Nos encontramos desde el año 2008 asistiendo a una
batería incesante de ataques por parte del capital. Euskal Herria lleva
estos cuatro años respondiendo en los centros de trabajo y en las
calles, así como lo está haciendo el sindicalismo combativo en distintos
pueblos de Europa. Estos ataques están siendo orquestados por el
capital financiero trasnacional y dirigidos por elementos opacos tales
como el Consejo Europeo, el FMI o el BCE y, por tanto, una respuesta a
nivel de Europa que sirva de apoyo a las luchas de todos los pueblos
europeos por una Europa social sería lo deseable. Y LAB, por supuesto,
no se quedaría al margen de una convocatoria de estas características.
No es éste el caso, por mucho que se intente enmascarar y disfrazar como
tal. Por mucho que se repita un argumento, la realidad es tozuda: con
antelación ya se había convocado huelga general en Portugal y a ésta se
le sumó el Estado español. En Italia hay convocado un paro de dos horas
en cada turno. En Chipre no hay convocatoria, ni en Bélgica, ni en
Malta. Y Grecia acaba de pasar por dos días de huelga, el 6 y el 7 de
noviembre, pero no ha llamado al 14. En Grecia, como en Euskal Herria,
no hemos esperado a que la Confederación Europea de Sindicatos (CES)
llamase a un día de movilización.
De hecho, la convocatoria del CES, cuyo presidente en estos momentos
es Toxo, no es un primer paso dentro de una estrategia de respuesta
europea, sino un intento ex-profeso de dar legitimidad y sostén a una
convocatoria de huelga en el Estado de unos sindicatos que saben que van
perdiendo músculo y capacidad de movilización. Sostén que, por otra
parte, llega de manos de una confederación de sindicatos que ha sido
crucial para apuntalar el actual modelo de Unión Europea. Cabe decir que
LAB, así como muchos sindicatos europeos, no forma parte de esta
confederación.
Que los centros de decisión están cada vez más alejados y que esto
promueve, a su vez, que las decisiones sean cada vez más alejadas a los
intereses de la clase trabajadora es una constatación a nivel europeo.
La necesidad de acercar esos ámbitos de decisión a los pueblos y la
capacidad de participar en esas decisiones sería -o debería ser-, por
tanto, una constatación necesaria. No es comprensible, así, que se nos
pretenda obligar a los trabajadores vascos que ya hemos tomado ese
camino a que renunciemos a él y, mucho menos, que se intenten
contraponer artificialmente intereses nacionales a intereses de clase, a
no ser que tras una supuesta defensa de la unidad de la clase
trabajadora lo que se esconda realmente sea una defensa de la unidad de
España.
Intereses nacionales e intereses de clase no son algo contrapuesto.
Hace muchos años que comprendimos perfectamente que son las dos caras de
una misma moneda. Sin embargo, la gestión que se está haciendo de la
crisis está llevando cada vez a más personas a comprender que son dos
caminos inseparables, que el derecho a decidir de un pueblo y que su
clase trabajadora tome parte en las decisiones es la única manera para
que dicha decisiones sean tomadas de una manera realmente democrática.
Este déficit democrático es el que permite que sea el gran capital
financiero el que decida por encima de la voluntad popular.
El sindicalismo de acompañamiento de CCOO y UGT no ha cambiado, tan
siquiera en estos años en que el capital con la ayuda de las elites
políticas pretende hacer y deshacer a su antojo. No ha cambiado en
Vascongadas, donde una minoría sindical se ha sentado en una mesa de
diálogo social con el único contenido de servir de cobertura a los
recortes de Patxi López. Tampoco ha cambiado en Nafarroa: si en marzo
hablaban de unir fuerzas con LAB y ELA, tres meses más tarde firmaban un
acuerdo sobre esa misma reforma para subordinar los convenios de
Nafarroa a lo que se decidiera en Madrid, dar por buena la pérdida de
poder adquisitivo y aceptar más flexibilidad y, por tanto, más
desempleo. En Euskal Herria no queremos volver a la situación del 2008,
ni queremos movilizarnos en contra de unas reformas sí y en otras hacer
de acompañamiento del capital, así como sucedió con la brutal reforma de
las pensiones en enero del 2011: mientras CCOO y UGT firmaban en
Madrid, el 27 de enero de 2011 la clase trabajadora vasca volvía a tomar
las calles.
Es cuando menos chocante que hace dos meses se nos hicieran
llamamientos a desconvocar la huelga del 26 de septiembre y ahora se nos
critique por no convocar dos meses más tarde. Y es cuando menos triste
que se busque la legitimación de una convocatoria, no explicando sus
objetivos, sino por contraposición y basándose en la descalificación de
quien no la comparte.
Es perfectamente comprensible que cierta parte de la clase
trabajadora apele a la unidad sindical. En la unidad reside la fuerza,
pero la pregunta crucial y que aparece acto seguido es en favor de qué
objetivos va a depositarse esa fuerza. Que sumar es el camino lo tenemos
muy claro en LAB y que esa apuesta va dando sus frutos podemos
constatarlo fácilmente, ya que cada vez son más sectores los que se
suman al camino que emprendimos en 2009. Hemos demostrado que en este
pueblo hay capacidad de movilización y prueba de ello dan cinco huelgas
generales. En Euskal Herria hay un proceso social en marcha, un proceso
social que lucha por una alternativa y por construir otro modelo. Ese es
el objetivo en que hemos decidido depositar nuestra fuerza.
No se trata de recortes puntuales, sino de una transformación
completa y estructural de todo el modelo económico y social, una venta
rápida y barata de recursos públicos y derechos laborales y sociales.
Euskal Herria, por el contrario, está avanzando y como pueblo está
confrontando y haciendo su camino por una verdadera alternativa. Porque
hay alternativa a esta reforma capitalista integral y salvaje, una
verdadera alternativa, construida según decida la clase trabajadora
vasca en toda su extensión. Este país tiene recursos suficientes y
capacidad organizativa y de movilización para ello. Es hora de dejar de
mirar a Madrid, ser conscientes y valorar el recorrido que comenzamos,
sin esperar a nadie, en el 2009. Ahora es el momento de seguir adelante y
de impulsar acuerdos estratégicos en lo social, sindical y político
entre quienes realmente pretendemos construir aquí un nuevo modelo
económico al servicio de la clase trabajadora y no del capital.